Se siente fe mientras se llena un vaso
Alonso Robles, curaduría por Bruno Enciso
El patio de mi casa prestada, el 2.1, es particular. Se moja y se seca, como los demás. Entras al Interior y te encuentras afuera de los estudios de Dani, Bruno y Fili. Entras a la sala de exhibición y estás afuera de una casa juarense hidalguense tapatía o de cualquier lugar donde sea que vive alguien interesado en ahuyentar a los intrusos. A las moscas las ahuyentas para que no siembren microorganismos en tu comida, y para que no interrumpan tu siesta, tampoco. Contra los perros no tienes nada pero sí contra sus excrecencias. Los ahuyentas, además, porque no puedes alimentarlos a todos. A los malos espíritus y los rumores faltos de bondad no siempre sabrás cómo ahuyentarlos, pero corroborar su presencia cercana es un buen punto de partida: un recordatorio de que tu mundo interior existe y necesita ser cuidado.
Esta exhibición reúne una serie de hidro-dispositivos domésticos que encontramos en nuestros distintos lugares de residencia. En estricto sentido, ninguno tiene nombre y cualquier dato sobre su origen permanece desconfiable. Su funcionamiento guarda una complejidad que nos parece fascinante. Por un lado dependen del aprovechamiento de aguas no-potables dentro de la vida diaria, con fines distintos a los de la higiene en su sentido más convencional. Digamos, posibilitan la presencia de un recurso valioso en un modo inusual, sin ajustarse por completo a las lógicas de acumulación y escasez. En el mejor de los casos, sugieren revisar las tensiones alrededor de las nociones de uso y gasto dentro de nuestros contextos más cercanos.
Por otro lado, y en un tono muy distinto, parecen todos funcionar a través de algo parecido a la fe, algún tipo de confianza depositada en un gesto sutil pero asertivo. No importa si lx usuarix no ve a la mosca, al perro o al espíritu retractarse de sus malas intenciones, sigue operando cierta efectividad. Y esa efectividad, nos parece, puede atenderse de más de una manera.
Quizás la más inmediata indica una especie de autoengaño o placebo. Como si usar estos dispositivos fuera una manera de ganar calma, de tener una cosa menos de qué preocuparse. Pero esta interpretación se ve fácilmente amenazada por un reproche de no-veracidad científica, de ingenua confianza en palabrerías populares o simplemente de ignorancia. En este proyecto no avalamos este reproche. Toma un instante googlear si funciona o no. Toma un instante decidir hacerlo de todas formas.
Otra manera de entenderlo (y es esta la que más nos interesa) implica un viraje: que el uso de estos dispositivos parten de una política de salvaguarda no-ofensiva. Una protección suave. La meditada decisión de ocuparse de las amenazas alrededor de tu espacio más personal sin que haya todavía un enemigo a quién confrontar con agresividad. Sí, valoro el espacio que habito pero no, no estoy listo para herir en nombre de la propiedad privada. Queremos contener la macro-óptica de la crisis, sin negarla, e insistir en la disponibilidad de modos de agencia ante ella. Queremos insistir en que estamos haciendo lo mejor que podemos.
Alonso valora la ligereza, el desenfado y la improvisación. Permanece atento a las relaciones entre las intensidades de un solo color y a lo que la pintura le puede ofrecer en tanto humedad. En estas obras, el lienzo es lienzo y es todos los muros de una sola casa. En él conviven las humedades: se afectan mutuamente, desgastan la superficie y, en una angustiante alianza, producen el espacio doméstico. La figura, los objetos, llegan después. No hay muro que quede seco ni casa que quede vacía. El interior y el exterior se conectan en la humedad.
Se siente fe mientras se llena un vaso, un florero, una bolsa o un galón. Se siente fe en que algo, aun a mínima escala, no cesa de fluir.
Bruno Enciso, curador.
Vista general
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